Las líneas que siguen pueden ser
consideradas un ejercicio de imaginación reflexiva. Partimos de un estudio de
dos educadores latinoamericanos cuyas obran aún iluminan nuestro hacer como
educadores.
Luego, intentamos esbozar puntos de
encuentro entre el pensamiento de ambos, y formularlos como mensajes para
nosotros, los educadores latinoamericanos de este tiempo. Sólo son ideas
generales, que requieren luego de una mayor profundización y sistematización.
Los maestros (en el pleno sentido
del término) Simón Rodríguez y Paulo Freire, desde sus particulares momentos
históricos, y desde sus propias prácticas de vida, han generado pensamientos y
estrategias tanto de resistencia al orden imperante como de creación de nuevos
espacios y propuestas sociales. Sus propuestas, altamente pertinentes durante
sus vidas, aún resuenan y nos retan en el momento actual.
SEMBLANZA
DE AMBOS MAESTROS
Simón Rodríguez (1769-1853),
venezolano de nacimiento, vivió un
proceso de transición histórica, de la colonia a la república. Luego de
finalizada la guerra de la independencia, intentó construir en diversos
espacios de América Latina su proyecto de educación popular, bajo los ataques
constantes de los nuevos y viejos poderes dominantes. Planteaba la necesidad de
poblar América con sus propios habitantes, y fijaba la mirada especialmente en
los excluidos de entonces: zambos, mulatos, negros, indios, etc. Los niños de
estos grupos sociales entrarían en escuelas limpias, acondicionadas con
talleres bien dotados, y asumirían la educación como medio de trabajo productivo y organización social.
Desde aquí, edificarían valores y costumbres que les harían ser auténticos
ciudadanos constructores de república.
Paulo Freire (1921-1997), nacido en
Brasil, también vivió un momento de transición histórica. En su país natal, y
en toda la América
latina, se consolidaba el capitalismo voraz, arrasando con las formas de vida
tradicionales. Esto propició una feroz lucha entre los poderes (civiles,
militares), y Freire sufrió la represión y el exilio. La palabra y la lectura
son conceptos cardinales en la propuesta freiriana. El sometimiento por parte
de los grupos dominantes lleva a gran parte de la población a ser excluida y
silenciada. Por lo tanto, el que las personas asuman el ejercicio de la palabra
es un acto revolucionario. El diálogo verdadero permite ir alcanzando
progresivamente una consciencia crítica que, al descubrir los mecanismos
sociales de dominación, conduce a un proceso de liberación personal y
colectiva.
Es claro que hay diferencias entre
las propuestas de ambos maestros. Los momentos históricos vividos por cada uno
de ellos abría retos y configuraciones sociales muy particulares. Rodríguez
concibe la educación desde el trabajo productivo como eje de organización
social, mientras Freire supone la educación como un ejercicio directo de la
palabra que desvela y reconstruye la realidad. Rodríguez se apoya en ideas de
la ilustración, y el socialismo naciente, dando preeminencia a la razón y a la
organización comunitaria del trabajo productivo. Mientras Freire sustenta su
pensamiento en la fenomenología y el marxismo, y en el ejercicio compartido del
afianzamiento de la consciencia crítica que conlleva la liberación plena del
ser humano.
No obstante, y es lo que nos
interesa en estas línea, hay grandes puntos de convergencia entre Rodríguez y
Freire. A continuación, intentaremos señalar algunos.
COINCIDENCIAS
ENTRE RODRÍGUEZ Y FREIRE
Tanto Rodríguez como Freire se
oponen a las autoridades constituidas (políticos, militares), y a los poderes
en ascenso (nueva oligarquía y burguesía), en tanto estos imponen condiciones
de pobreza, inequidad, injusticia y excluyen del poder, de los derechos, del
trabajo y de la política a grandes porciones de la población. Estos sufren a
diario las estrategias de dominación, que abarcan desde la explotación material
(esclavismo, manumisión, trabajo asalariado) hasta la colonización de la
consciencia (sujeción a las autoridades constituidas, defensa de las
estructuras sociales existentes).
Ambos maestros, Freire y Rodríguez,
propenden a la búsqueda de formas sociales más justas, más solidarias, que
incluyan a todos sus pobladores. No obstante, no plantean una sociedad ideal
tipo, sino que suponen que se construirá colectivamente. Insisten en darle protagonismo pleno, como
sujetos sociales y políticos, a todos los excluidos y a los silenciados. Nadie
ha de quedar fuera. Esto es un aspecto vital (revolucionario) de sus
planteamientos. La vía relevante para lograr esto es la educación, como
práctica social a la vez que política,
para sustentar la transformación radical de la sociedad. Ambos dan
importancia primordial a la pregunta, al desarrollo reflexivo, a la relación
formación-trabajo, desde lo que se es y lo que se hace, destacando la presencia
de la ética (solidaridad, compromiso), así como el saber hacer (el trabajo, la
organización).
UN
MENSAJE DE FREIRE Y RODRIGUEZ A LOS EDUCADORES DE HOY
Así, en un ejercicio de imaginación,
los educadores latinoamericanos (y quizá también de otras regiones), podemos leer hoy las enseñanzas de ambos
maestros, para formular algunos trazos del trabajo socioformativo que requiere
la sociedad de hoy.
¿Quiénes son
los constructores de la sociedad? Son todos los seres humanos (sin excepción).
Rodríguez y Freire hablan de construir sociedades, principalmente, desde los
excluidos y silenciados. Esto lleva en sí una enorme carga revolucionaria.
Implica que la sociedad entera ha de reconfigurarse para que todos vivamos en
ella con dignidad y plenitud. No se trataría de “incluir” a todo el mundo en
las instituciones que existen, ya de por sí limitadas y hasta viciadas, sino de
abrir las posibilidades para crear todo de nuevo, desde la vida de los
oprimidos.
¿Cómo se da la
transformación de la sociedad? La vida cotidiana (las costumbres, según
Rodríguez; la praxis, según Freire) de todas las personas, es la que irá
perfilando la trama de relaciones que configuran la política, la economía, y
hasta la cultura. Así, hay que tejer nuevas y más profundas prácticas
dialógicas, solidarias, cooperativas, que realcen la humana dignidad, cada vez
más incluyentes, desde un protagonismo colectivo.
¿Contra qué
tenemos que luchar? Contra las formas de dominación y neocolonización vigentes.
Los lineamientos y estrategias amenazantes de los organismos transnacionales
(como el FMI, BM), amparados por fuerzas militares con alto poder
tecnológico, son reproducidos por los
capitalistas y aliados internos, incluyendo algunos que se disfrazan de
revolucionarios mientras amasan su cuota de capital. Estas fuerzas nos empujan
a asumir un estadio de desarrollo plenamente capitalista, donde “el mercado”
(que usualmente responde a alianzas entre transnacionales y nacionales) sea el
rector de nuestras vidas. Por otra parte, hay otra forma de colonización más peligrosa,
la de la conciencia (colonización cultural). Esta es la que realmente sustenta
la concepción de libre mercado antes referida, y se ha arraigado en nuestros
genes sociales, como si fuera propia. Esta colonización cultural nos posee, sin
que apenas tengamos consciencia de ello. Nos hace mirarnos como mestizos,
contrahechos e incompletos, ante la luminosa imagen del blanco occidental; nos
hace valorarnos por las propiedades que tengamos o no tengamos, y por la
capacidad que tengamos de consumir; nos impone una visión fragmentaria de la
realidad, y una valoración dualista de la vida y de las relaciones sociales.
Hace que pensemos y actuemos sólo desde nuestro ego, desde la inmediatez y el
confort material, sin pensar en “cosas tan horribles” como la miseria, las
guerras, la destrucción ambiental, entre otras; hace que la conciencia
planetaria se reduzca a la duración de los shows televisivos… Todo esto
enmarcado en una gramática civilizacional que nos define como individuos
aislados, que debemos enfrentamos entre sí por los limitados recursos del
planeta.
¿Cómo se
concibe la educación, desde Freire y Rodríguez? Como una práctica libertaria, que apunta a la descolonización
material y de la conciencia. Es una práctica socializadora, porque teje
relaciones humanas solidarias; claramente política, en el sentido de
transformar el mundo al tiempo que nos transformamos a nosotros mismos, siempre
en relación con los otros. Podemos
apropiarnos estas enseñanzas, señalando que la educación no puede restringirse
al sistema escolar formal. La educación tiene que desarrollarse en y desde la
vida cotidiana (principalmente de los excluidos y silenciados); desde lo que
somos, hacia lo que queremos ser: una sociedad cada vez más justa, solidaria.
¿Qué propicia
la educación? Nos permite decir nuestra palabra, leer el mundo, problematizando
la realidad y problematizándonos con ella. Desde la educación, vamos tejiendo
libre y constructivamente nuestras historias (locales, regionales, mundiales).
Nos apoya en la relación con otros,
organizándonos en el trabajo liberador y concientizador. El avance en
esta dirección (concientización, organización solidaria, trabajo liberador)
hará viable la creación de redes que, al unísono, desmonten el pensamiento y la
cultura de la opresión, y creen aquí y ahora los espacios de la utopía que
ayudarán a configurar la nueva sociedad.
Julio
C Valdez
Diseño de imagen: Merwin Pérez
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