LITERATURA
Y TRAMAS SOCIOHISTORICAS ESPECÍFICAS. UNA MIRADA A LA PEDAGOGIA DEL
OPRIMIDO, DE PAULO FREIRE
Autor:
JULIO C VALDEZ
¿Cuál
es nuestro horizonte?
La
relación literatura/ poder es de gran complejidad y riqueza. Nos
interroga sobre cómo el ejercicio de escribir y la obra literaria
misma asumen y a la vez generan esquemas de dominación/ liberación
en ámbitos sociales dados. De hecho, lo anterior nos reta a mirar el
proceso de creación simbólica y su difusión en vínculo dialéctico
con todo lo que ocurre en la vida cotidiana de los seres humanos.
Desde un enfoque sociológico, suponemos que la realidad que permea
la obra literaria emerge de una contingencia sujeta a condicionantes
políticos y sociales dados
(Lukács, 1984). Y, por
otra parte, también la obra incide en esa realidad.
Así,
el creador literario está imbricado en una constelación de
múltiples espacios en tensión permanente, que seguramente dejará
su impronta en la obra y afectará sus múltiples lecturas posibles.
Al parecer, aludimos la propuesta sartreana que visualiza la
literatura como una acción comunicacional que desarrolla una
estética de la recepción, generando un circuito comunicacional
entre diversos grupos sociales, mediado por vectores de poder que se
mueven desde y con la realidad social. Por lo tanto, requerimos
arrojar todas las miradas posibles a esas mediaciones sociales y al
poder que encarnan, y ver cómo el autor literario y los lectores nos
movemos entre y con ellas. La percepción de estos espacios sociales
de generación y socialización de la obra literaria nos permitirá
estar alerta con respecto a las intrusiones del poder dominante, y
así establecer pautas para seguir construyendo un poder alternativo,
liberador.
En
este trabajo pretendemos reconocer cada vez más esas claves de
poder, lo que permitiría darles un sentido liberador con respecto a
los esquemas dominantes. Ello contribuirá a enriquecer no sólo las
potenciales interpretaciones del quehacer literario, sino también
las posibilidades mismas de la creación. Y esta mirada será más
fiable si enfocamos vivencias y situaciones de escritores de carne y
hueso y rastreamos en ellas las manifestaciones de poder.
En
tal sentido, mostraremos la relación de interpenetración entre el
difícil proceso de creación de literatura y las miríadas de
factores y condicionantes socioculturales, encarnados en sujetos
sociales determinados. Esta configuración entre grupos humanos
concretos y el espacio social que conmueven desde sus proyectos se
integran en tramas sociales específicas. Desde estas tramas la obra
literaria se elabora, se resignifica y se recrea de modo permanente.
Las visiones, propuestas y cosmovisiones de esa trama se manifiestan
en la obra, y a la vez inciden en la vida misma de tales tramas.
¿Desde
dónde ejercemos nuestra mirada?
Echaremos
una mirada a las relaciones de poder que se manifiestan en las tramas
sociales que median el vínculo escritor-sociedad, desde un enfoque
sociológico. Gyorgy Lukács (1984), uno de los precursores de la
Sociología de la Literatura, da pistas para considerar ésta como
fenómeno social, sometida a las fuerzas que mueven la sociedad en un
momento histórico dado. No se deja por fuera la visualización del
texto como tal, es decir, su valor estético y simbólico, sino que
se vincula directamente con la totalidad social en movimiento.
Esto
implica que todos los ámbitos de pensamiento y acción, incluyendo
la literatura, la crítica y la teoría literaria están
condicionadas por la forma como se organiza la sociedad y las
relaciones de poder que la sustentan. En el campo de lo simbólico
existen tendencias a la reproducción de la configuración del poder
dominante, sustentada en la existencia jerarquizada de clases
sociales. No obstante, el ejercicio de la literatura no implica
necesariamente una reproducción exacta del perfil de una forma
social dada. Una obra literaria es dialécticamente producto y
productora, totalización y totalizadora, mediador y mediadora
(Ortega González-Rubio, 2005).
Siguiendo
con la orientación sociológica, Lukács (1984) señala la
posibilidad de estudiar el quehacer literario partiendo del escritor
mismo, de una obra concreta, del ejercicio de imaginación que lleva
la visión de realidad a niveles superiores, hecho que viene a
enriquecer la realidad misma.
Así,
intentaremos desvelar la forma como se manifiestan las relaciones
sociales de poder en el ejercicio de la literatura, desde una mirada
sociológica. Sólo que de esta forma parece sumamente difícil asir
la relación entre acciones particulares (ejercicio de creación
literaria y difusión de la obra) y la sociedad total, con su enorme
extensión y complejidad. Por ende, asumiremos aproximaciones
sucesivas al fenómeno en estudio.
La
relación persona-sociedad, sociológicamente hablando, puede
reconstruirse de múltiples formas. Una de ellas (Ferrarotti, 1983 y
1994) sostiene la tesis de que es posible leer una sociedad a través
de una historia de vida. No obstante, la persona como tal no es un
ente aislado, individual, sino un ser de relación, que sintetiza en
su proceso vital la complejidad social en movimiento (Iniesta y
Feixa, 2006) mediatizando,
filtrando y retraduciendo una conformación social dada (Ferrarotti,
1983). Cada persona lleva en su
propia historia un conjunto de relaciones estructurales,
ya sean formalizadas en instituciones o bien expresadas en
comportamientos y costumbres.
Así,
Ferrarotti, siguiendo a Jean Paul Sartre, refiere la existencia de
procesos mediadores. Ello se refiere a que, en su desenvolvimiento
vital, las personas viabilizan un conjunto de interacciones en los
grupos sociales más significativos para ellas: familia, grupos de
niños, amigos, organizaciones sociales, religiosas, políticas. El
seguimiento de las historias personales a través de estos procesos
mediadores, entonces, da un carácter más tangible a la relación
persona-sociedad. Luego, es posible estudiar la relación entre el
autor, la obra literaria y el significado y campo de influencia de la
obra, fijando la mirada en los grupos sociales (procesos mediadores)
involucrados con la producción/distribución/ interpretación de la
obra. Nos estamos refiriendo a la posibilidad de enfocar la
Sociología de la Literatura de un modo más cercano y tangible.
De
hecho, lo anterior puede tener su correlato al interior de la
reflexión y la teoría literaria propiamente dicha. Serge
Drougvoski (1974), como Ferrarotti, se apoya en Sartre y su propuesta
de mediaciones sociales en el acto de interpretación de la obra
literaria. Este proceso de interpretación está pivotado en el
ejercicio de la percepción que revela tanto la realidad visible como
la oculta, incluyendo todas las facetas de nuestra relación con el
mundo. Así, pensamos, desde la interacción del autor con los grupos
mediadores se pueden tejer constantemente las relaciones persona/
realidad y la intención del autor/ totalidad literaria.
No
obstante, consideramos limitado el concepto de procesos mediadores.
Desde la visión sociológica este concepto es asumido como un ámbito
que soporta y permite estudiar el desarrollo de historias de vida. Y
es nuestra posición que los grupos humanos tienen en sí mismos un
papel más protagónico y relevante en la construcción social de la
realidad, mediante definiciones y redefiniciones permanentes de
situaciones concretas que se articulan en un sistema compartido de
significados (Rusque, 1999). En este sentido, todas las personas son
simultáneamente autores y actores del desenvolvimiento social (Dos
Santos Filho, 1995). De
aquí que, desde la óptica de Gadamer, el diálogo pasa a constituir
el ser mismo de las personas (Ferrater Mora, 1994). En consecuencia,
proponemos el concepto de tramas sociohistóricas específicas,
referido al conjunto de acciones sistemáticas emprendidas desde
proyectos compartidos, y protagonizadas por grupos humanos concretos,
identificables, que conllevan determinadas señales de identidad.
Estas acciones implican un diálogo al interior de estos grupos, como
medio de reforzar la identidad y coordinar acciones, y al exterior,
con el resto de la sociedad, como medio de acordar o confrontar
propuestas y proyectos vitales. Finalmente, la totalidad social se va
configurando desde el encuentro, desencuentro o contraposición de
los diversos proyectos en juego.
Con
respecto al poder, seguiremos a Antonio Gramsci (2006), en cuanto a
que un grupo social tiende a imponer un proceso de dirección
política y cultural sobre otros grupos sociales, subordinándolos a
su propia cultura y a sus valores. Hablamos de hegemonía, en el
sentido de implantar mediante instituciones específicas (iglesia,
escuela) la dominación cultural que abarca la subjetividad de las
clases oprimidas. No obstante, la hegemonía no constituye un sistema
absoluto, cerrado, sino que conlleva en sí mismo articulaciones
flexibles, borrosas, permitiendo la posibilidad, por parte de las
clases llamadas subalternas, de agrietarlas, de fracturarlas, y así
erigir un poder alterno (contrahegemonía).
En
síntesis, ejerceremos nuestra mirada reveladora de las relaciones
existentes entre el proceso de producción/ difusión/ interpretación
de la obra literaria y las relaciones de poder
(hegemónicas-contrahegemónicas) que se manifiestan en las
concordancias y divergencias del accionar cotidiano de tramas
sociales específicas.
Del
autor y la obra bajo nuestra mirada
Como
hipótesis de trabajo, indicaremos que es posible que el proceso de
generación/ difusión/ interpretación de una obra literaria puede
mostrar sus vínculos directos con los grupos de poder de una
conformación social dada. Esto nos lleva a dos cuestiones de la
mayor importancia: ¿Esto es válido para cualquier obra literaria,
como es el caso de la lírica, la narrativa, la dramática o la
ensayística? Y la otra: ¿A qué estamos llamando obra literaria?
Ante
la primera pregunta, podemos responder tentativamente que una
indagación como esta es sólo una orientación general que da marco
a posibles indagaciones sistemáticas y rigurosas posteriores, tantas
como obras literarias existen. Y es harto probable que el género,
el tipo e incluso la genialidad de la obra obliguen a enfoques y
tratamientos metodológicos diferentes. La conjunción de los
hallazgos de diversas indagaciones podría aproximarnos a la
construcción de diversos patrones y constructos teóricos al
respecto. Tratamos de señalar que la relación entre la actividad
literaria propiamente dicha y los vectores sociales de poder que se
manifiestan a través de tramas sociales específicas constituye una
hipótesis de trabajo que amerita ser verificada en ulteriores
estudios. En el presente caso, como estudio pivote, nos dedicaremos a
explorar a grandes trazos lo antes referido. Para ello
seleccionaremos una obra y un autor ampliamente conocidos en diversos
ámbitos sociales, cuyas huellas vitales aparecen registradas en
múltiples instancias, lo que puede permitir visibilizar con mayor
claridad la relación autor/ literatura/ poder. El hecho de
centrarnos en una sola obra, como eje del estudio, para ejemplificar
una posibilidad indagatoria de las relaciones antes referidas, no
tiene pretensiones de arribar a generalizaciones universalizantes.
Sin embargo, tampoco suponemos que se trata de un caso aislado, que
sólo tiene valor en sí mismo. El hecho de visualizar sistemas de
relaciones entre el ejercicio literario y las fuerzas sociales en
juego, permeando y siendo permeados por tramas sociales específicas,
permite generar un conocimiento sistemático de un cierto peso
social, que sabemos requiere aún de estudios complementarios y
alternos.
Con
respecto a la segunda pregunta acerca de qué estamos llamando obra
literaria, señalaremos lo que sigue. Drougvosky (2006) concibe la
literatura como experiencia de disfrute, goce, un kamasutra
intelectual. Tal vez podamos representarnos mejor esto si pensamos en
géneros como la lírica, la narrativa y la dramática, que
despliegan imaginación, símbolos y sentimientos. Caso distinto lo
vivimos cuando hablamos del ensayo, que es el tema de este trabajo.
El ensayo, desde los diálogos platónicos, y aún más desde los
textos de Michel Montaigne, abre la posibilidad de suponer la
reflexión escrita como una forma de obra literaria. El ensayo
manifiesta la expresión subjetiva de un autor, el involucrarse a sí
mismo como tema y argumento con un propósito dado, y a la vez la
posibilidad de abrir un potencial diálogo con el lector (Cervera,
Hernández y Adsuar 2005). Nos referimos a la escritura del yo
(Drougvosky, 2006), el
yo que se despliega a través del ejercicio literario, propuesta que
a diferencia de los otros géneros carece de tradición oral, pero
puede tener como ancestros las memorias, la autobiografía y el
diálogo. La literatura del yo visualiza la relación escritura/
autor/ obra/ sociedad. El ensayo, género que protagoniza el presente
trabajo, gatilla la tensión del discurso del autor en el ejercicio
del discurrir, la formulación de estilo y ritmo en un tempo que
puede involucrar al lector mismo. Así, el punto de vista, el yo
desplegado, se erige como una alternativa viable de legitimidad
artística, con el fluir discursivo pleno de ritmo y movimiento,
coloreando desde lo subjetivo la complejidad de lo real.
Estamos
hablando de ensayo, y de ahora en adelante, nos remitiremos a una
obra ensayística en particular: Pedagogía
del Oprimido, escrita por
Paulo Freire (1969) y publicada en castellano por primera vez en el
año 1969. Sustentamos la caracterización de Pedagogía
del Oprimido como obra
literaria, en tanto encarnación de la escritura del yo, fundada por
Serge Drougvosky, en el despliegue de una subjetividad militante que
apunta a un proyecto de mundo sustentado en procesos de diálogo y
solidaridad, desde un lenguaje a la vez llano y poético, y una
confluencia de visiones que integra formas realistas e imágenes
simbólicas. Es un ensayo, ya lo hemos mencionado, pero con una
intencionalidad que lo ubica en una especie que tentativamente
podríamos señalar como literatura utópica y de denuncia. Paulo
Freire, en sus propias palabras, intenta una exposición reflexiva
desde su propia experiencia, que incluye la palabra de los oprimidos
(Freire, 1970), pero a la vez abre diálogo con autores
universalmente reconocidos: G. W. Hegel, Karl Marx, entre otros. La
referencia a la palabra Oprimido
de una vez nos remite a una
caracterización de pautas de poder socialmente significativas, lo
que nos ubica en el objeto del presente trabajo.
¿Cuáles
tramas sociohistóricas específicas pudieron haber incidido en el
proceso de formación del autor?
Paulo
Freire nació en 1921 en Recife, Pernambuco, Brasil. En ese entonces,
en este país, una trama social dominante, encarnada por
descendientes de portugueses, tenían en sus manos las empresas y las
instituciones fundamentales del estado. Por otro lado, existía otra
trama social conformada por militares y políticos ávidos de poder.
En la infancia de Freire, la crisis de Europa minimizó las
importaciones agrícolas, y esto ocasionó una grave crisis
socioeconómica en Brasil. El niño Paulo Freire se topó con
frecuencia con diversos grupos sociales sumidos en situaciones de
pobreza, injusticia e inequidad. Aparecen nuevas tramas sociales que
se oponen al poder hegemónico, unos mediante el empleo de las armas
y otras mediante la organización y creación de instituciones
alternativas. En el año 1925 se profundiza la Revolución de los
Tenientes, liderada por Luis Carlos Prestes, contra los detentadores
de las tierras y del poder; y en 1929 el Partido Comunista crea la
Confederación de Trabajadores (Quast, 2007). Así, tanto la revuelta
armada como la institucionalización del pensamiento divergente
marcaron la pauta de las tramas que se fueron generando a lo largo
del siglo XX
en el Brasil, y también en el resto de América Latina.
Pero
las tramas sociales que acompañaron el desarrollo personal e
intelectual de Paulo Freire no sólo se limitan a partidos políticos
organizados y a movimientos armados, o al vínculo entre ambos.
También algunos sectores de la Iglesia, liderados
por el Cardenal Leme y
por Helder Cámara se acercan a los pobres para trazar proyectos con
ellos, e inician denuncias públicas de injusticias y abusos. Y, por
otra parte, desde las universidades, profesores y estudiantes inician
un movimiento de crítica y propuestas alternas vertidas en libros y
manifiestos. Y se plantea otro modo de asumir tramas alternas, como
es el hecho de la creación de espacios organizacionales que
responden a un proyecto liberador, como el Centro de Investigaciones
Educativas y el Centro de Investigaciones Sociales de la Campaña de
erradicación del Analfabetismo, creados ambos por Darcy Ribeiro
(Quast, 2007).
Así,
Paulo Freire se mueve entre una trama social dominante, encarnada por
los propietarios de las tierras y grupos de militares de derecha, y
una gama de movimientos (obreros, religiosos, estudiantiles,
intelectuales), que integrándose en ocasiones, y en otras no,
propugnan nuevos proyectos sociales. Estas tramas alternas intentan
permear las instituciones sociales establecidas.
Freire,
desde los valores cristianos de su trama familiar, asume la
disposición de desarrollar proyectos para mejorar los niveles de
vida de la población. A finales de los 50, funda con otros el
Movimiento de Cultura Popular de Recife, del que luego se separaría.
También se vincula con el movimiento cristiano, que oscilaba entre
el personalismo cristiano de Jacques Maritain y acciones más
radicales como las de las comunidades de base. En sus primeros
escritos (La Educación de
Adultos en las poblaciones marginales y
su tesis de grado: Educación
y Actualidad brasileña),
aún se debate entre diversas corrientes: el personalismo cristiano,
el existencialismo y el culturalismo (Mariño, 1996). Así, desde el
Gobierno Federal de Recife, asume proyectos de alfabetización
(1961-1964), que de fondo apuntan a una participación protagónica
mayor de los habitualmente excluidos en la sociedad. Esto se hace a
través de una nueva trama social denominada Círculos de Cultura.
En
1964, la trama social de un grupo de militares brasileños ejecuta
un golpe de Estado contra el entonces presidente João Goulart.
Tramas diversas que se oponen a este hecho (educadores,
intelectuales, estudiantes y dirigentes obreros) son encarceladas,
torturadas, y algunas personas resultan muertas. Freire logra
asilarse en la embajada de Bolivia y luego es exiliado a ese país.
Allí reinicia sus labores de educador, pero un nuevo golpe de Estado
lo conduce a Chile. Así, al momento de escribir Pedagogía
del Oprimido, Paulo Freire
había vivido la derrota, la prisión y el exilio. Por otra parte, su
campo de acción y de perspectiva se ensancha hacia América Latina y
el resto del mundo. Alterna
con intelectuales, pensadores y líderes, de alcance latinoamericano
y mundial, como Theotonio Dos Santos, Enrique Cardoso, Darcy Ribeiro,
Amílcar Cabral, y participa en instituciones como la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL) y el Centro Intercultural de
Documentación (CIDOC).
Por
cierto que durante los años 70 del siglo pasado diversas tramas que
ejercían acciones sistemáticas de pensamiento y de acción social
fueron pródigas en cuanto a literatura de propuestas y proyectos
latinoamericanos. Nuevos actores sociales emergieron y se
visibilizaron, impregnando el continente de nuevas perspectivas de
asumir la realidad y recrear el futuro. Por ejemplo: Darcy Ribeiro y
el nuevo modelo civilizatorio; Orlando Fals Borda y la Investigación
Acción Participativa; Enzo Faletto y Osvaldo Sunkel y la Teoría de
la Dependencia; Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino y otros, y la
Teología de la Liberación; Oscar Jara y la Sistematización; Lola
Cendales, Julio Barreiro entre otros y la Educación Popular.
En
este sentido, diremos que Paulo Freire, en su transitar por diversas
tramas, se fue creando a sí mismo como autor pensante y sintiente.
Conectó (para emplear un término de su gusto) diversas concepciones
y corrientes para dar una mirada renovada y renovadora de las cosas.
Transmutó sus saberes, desde una posición de humanismo sin
política, hasta una visión más marxista, que se traduciría en una
nueva manera de plantear el humanismo. Sigamos mirando la obra que
nos ocupa.
Pedagogía
del Oprimido. La obra.
Paulo
Freire escribe el ensayo Pedagogía
del Oprimido en una
secuencia de exilios y de escape de dictaduras militares (poder
hegemónico). Escribe, ya lo hemos dicho, sobre el yo, o más bien
desde el yo. Un yo que, en sus palabras, incluye los oprimidos del
mundo. Indica que la obra está dirigida a los hombres de izquierda,
es decir, aquellos que se plantean que el mundo debe ser
transformado. Así, desde las primeras páginas, Freire se identifica
con tramas sociales cuyos guiones sociales apuntan hacia futuros más
promisorios y humanos para todos.
No
obstante, Freire se esmera cual artesano en un trabajo minucioso de
ejercicio de la palabra, precisa y a la vez poética. La palabra,
entonces, nombra y a la vez supera la realidad por el hecho de
nombrarla, y es también acción transformadora. Así, la palabra
(lenguaje) viene a ser el espacio ontológico donde nos movemos,
pensamos y actuamos. Es estilo y a la vez concepción de vida.
El
libro Pedagogía del
Oprimido transcurre en un
lenguaje de literatura ensayística que se aleja tanto del habla de
los poderes dominantes (orden,
progreso, crecimiento económico, mercado, libre competencia)
como de los términos del marxismo tradicional (lucha
de clases, proletariado, burguesía, socialismo, comunismo).
No obstante, Freire, hasta el final de su vida (incluso se lo
escuchamos personalmente) se declaraba marxista. En el libro
subsisten algunas categorías marxistas, tales como: opresión,
alienación, praxis, concientización, dialéctica, pero
amparadas por otras que se imponen: humanización,
liberación, iluminación, ser más, diálogo. Toda
la obra, por cierto, se acompaña de una dialéctica de términos
contrapuestos: liberación/opresión;
humanización/ deshumanización; diálogo/imposición;
domesticar/transformar. No obstante, esta dialéctica puede estar en
el mismo grupo social, incluso en la misma persona. Pretendemos
suponer que esta tensión dialéctica presente en la obra responde en
gran medida a las confrontaciones en diversos grados y niveles
(hegemónicas-contrahegemónicas) que emergieron de la confrontación
que protagonizaran tramas sociales específicas.
Otra
característica de Pedagogía
del Oprimido es la
integración interdisciplinaria e incluso transdisciplinaria en el
discurso. Desde enfoques sociológicos (imposición
alienante/liberación y transformación, inserción crítica),
incluyendo los psicológicos (sadismo
de opresores, comportamiento neurótico, racionalización),
escatológicos
(iluminación, acto de amor,
ser más), educacional
(pedagogía liberadora,
diálogo crítico y liberador, educación con mediación del mundo),
en una síntesis discursiva
y filosófica. Se trata de un ejercicio de conectividad, de
integración, de confluencias.
El
planeamiento central de la obra, desde nuestra interpretación, es el
proceso de búsqueda, por parte del conglomerado humano, de la
libertad, la humanización, del ser más. Esta búsqueda constituye
un acto de amor, ligado también con la libertad y la justicia. Se
trata de una tarea urgente, ineludible. Sus primeros protagonistas
han de ser los oprimidos, pero a la larga tenemos que involucrarnos
todas las personas, eso sí, asumiendo siempre el punto de vista de
los oprimidos. Desde la situación concreta de éstos, tejeremos
esperanzas y utopías, siempre desde una mirada crítica. Los
oprimidos no sólo han de liberarse a sí mismos, sino también han
de liberar a sus opresores. La libertad es para todos, sin excepción.
Tramas
sociohistóricas y la difusión y trascendencia de la obra
Ahora
exploraremos el recorrido de la obra, una vez publicada, en tramas
sociales específicas. Algunas de ellas se han abierto a la presencia
y vitalidad del mismo Paulo Freire. Otras se apropian de la obra,
integrándola a proyectos específicos. Y aún otras surgen para
profundizar y diseminar el pensamiento freiriano.
En
1969 Freire se convierte en experto de la UNESCO
y en profesor de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos (Quast,
2007). Allí se encuentra con una trama social naciente, llamada La
Nueva Izquierda, donde
militan personalidades como Samuel Bowles, Noam Chomski, Martin
Carnoy y Henry Giroux. Con un peso más de ideas que de propuestas
políticas concretas, esta trama aún resuena en el discurso opositor
en los Estados Unidos. Los libros de Paulo Freire, especialmente
Pedagogía del Oprimido, no
sólo circulan
por este país y se
proyectan al resto del mundo, sino que tiñen de lenguajes y de
propuestas la literatura de izquierda en los Estados Unidos. Es
decir, la letra de Paulo Freire se resignifica y se transmuta en
tramas sociales (intelectuales) en el país considerado el corazón
mismo del capitalismo.
Por
otra parte, el discurso de Paulo Freire (potenciado en Pedagogía
del Oprimido), también se
entrecruzó con tramas sociales que conducían proyectos y acciones
específicas. Es el caso de las Comunidades Eclesiales de Base
(Bidegain Greising, 1993), que proliferaron en diversos países
latinoamericanos. Desde una síntesis entre las ideas freirianas y la
Teología de la Liberación, estas Comunidades se diversificaron en
propuestas complementarias, unas dirigidas a la organización
política y otras a la educación popular. Y es en este espacio
formativo donde es apropiado el pensamiento y las propuestas
metodológicas de Paulo Freire. Esto vale también para los
movimientos feministas y ecológicos (Gadotti y Torres, 1996). Y
Pedagogía del Oprimido pasa
a ser un libro de cabecera. Por otra parte, el colectivo Dimensión
Educativa de Colombia
(nacido en 1978) se propuso y desarrolló acciones en áreas de
investigación, sistematización, formación, asesoría y seguimiento
y producción de materiales, expresamente inspirado en el pensamiento
pedagógico de Paulo Freire (Dimensión Educativa, s/f).
Ese
mismo año, el Centro Intercultural de Documentación, dirigido por
Iván Illich en Cuernavaca (México), se convirtió en un espacio de
reflexión y edición de los planteamientos y la obra de Freire.
Era un centro vinculado con
espacios de intercambio de saberes de todo el mundo, por lo cual
contribuyó en dar relevancia a la creciente figura de Freire.
Finalmente,
tenemos las tramas construidas desde espacios societales novedosos.
Por ejemplo, el mismo Paulo Freire crea en París el Instituto
de Acción Cultural IDAC. Desde
allí, crece y se ramifica el pensamiento freiriano imbricándose con
las reflexiones que provienen de otras corrientes, tales como el
marxismo estructuralista de Louis Althusser y la visión
reproduccionista
de Herbert Marcuse y
Pierre Bordieu. Este Instituto ofrecía servicios a los países del
llamado Tercer Mundo, en lo referente a asumir procesos formativos
para la concientización y la independencia (Gadotti y Torres, 1996),
y fue la plataforma que, tras una invitación del ministro de
Educación de Guinea Amílcar Cabral, permitió a Freire sustentar el
proceso de alfabetización liberadora en ese país. Además, en 1991,
Paulo Freire y un colectivo de intelectuales educadores propone la
creación del Instituto
Paulo Freire. Se trataba
(aún se trata) de crear un espacio de encuentro entre personas e
instituciones de todo el mundo, para la reflexión y el intercambio
de experiencias en diferentes áreas del conocimiento de cara a la
construcción de un mundo con mayor justicia y solidaridad (Gadotti,
2007). Este instituto, desde los planteamientos fundamentales de
Freire, tiene resonancia mundial, y mantiene vivas las ideas y
publicaciones del autor que nos ocupa. Parece patente que el autor,
sustentado en su propia obra, ha brindado un espacio para la
proliferación y encuentro de diversas tramas sociales que
manifiestan una vocación contrahegemónica.
Desde
estas (y otras) tramas específicas, la relevancia de Pedagogía
del Oprimido queda
demostrada de muchas formas. Una, las muchas ediciones que en
múltiples lenguas se han hecho de esta y otras obras (Fernández,
1998). Otra, las innumerables referencias que del libro se realizan
en ámbitos académicos y populares. Y aún otra, la presencia de
Paulo Freire en eventos nacionales e internacionales, donde se
intercambian ideas y experiencias desde sus textos. Pero, ¿por qué
una obra logra tener tanta resonancia, vitalidad y vigencia a lo
largo del tiempo en múltiples sujetos sociales? Pueden existir
múltiples respuestas a estos interrogantes. En el presente caso, lo
atribuimos a las acciones y sus resultados por parte de los sujetos
de las tramas sociales específicas.
Literatura
y tramas sociohistóricas. Reflexiones finales.
En
este artículo tratamos de mostrar que una obra literaria, en su
proceso de gestación, publicación y difusión se relaciona
directamente con tramas sociohistóricas específicas. Puede ser
identificada con los poderes políticos y económicos dominantes
(hegemónicos), o con espacios sociales que se plantean formas de
vida alternas (contrahegemónicos). En el primer caso, la obra puede
imponerse desde la eventual genialidad del autor que incluso puede
trascender la agonía de la trama social donde se erige. En el
segundo caso, la obra literaria es asida por grupos y propuestas
sociales emergentes, con su carga de denuncia y utopía. Éste es el
caso de Pedagogía del
Oprimido.
Esa
relación obra literaria-tramas sociales específicas puede tener una
doble vertiente: la incidencia del pensamiento, sentimiento y
pareceres de esas tramas en la creación de la obra en sí. Sólo que
esta incorporación no es en nada mecánica, sino un ejercicio de
creatividad y originalidad, que incluso revaloriza y resignifica los
propios discursos de las tramas sociales. Y, por otro lado, el efecto
que la misma obra puede tener en tales tramas sociohistóricas, como
reinterpretación, reorientación y reformulación de sus
pensamientos y acciones. Y en verdad consideramos que Pedagogía
del Oprimido manifiesta
este movimiento recursivo, dialéctico.
Asumimos
el supuesto de que una visión clara de la relación entre cualquier
obra literaria y las tramas sociales específicas que le
interpenetran, permitirá concretar más la relación entre
literatura y poder. Pues permite un estudio más cercano de las
incidencias mutuas que pueden hallarse entre la generación y
difusión de la obra y las acciones y procesos desarrollados por
sujetos sociales identificables. Por otra parte, facilita el hecho de
mirar cómo grupos sociales específicos han asumido e interpretado
obras literarias, partiendo sus situaciones vitales cotidianas.
Desde
el estudio de la interpenetración literatura-tramas sociales, aunque
nos hemos referido a sólo un caso, podemos aventurarnos a exponer
algunas hipótesis acerca de por qué una obra permanece en el tiempo
bajo la mirada de múltiples personas en diversas partes del mundo.
Es como intentar responder: ¿Por qué una obra literaria se
convierte en un clásico?
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La obra literaria que se mantiene viva en el tiempo ofrece la posibilidad de que grupos sociales específicos se identifiquen con ella. Esos grupos sienten que sus esquemas de vida, sus anhelos, sus esperanzas, se manifiestan en la obra. Incluye su vida objetiva y subjetiva a la vez. En el caso de Pedagogía del Oprimido, diversos movimientos sociales y círculos académicos sienten que Freire hablaba de ellos, y para ellos.
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La obra, de alguna manera, contribuye al desarrollo de pensamientos y sentimientos a esos grupos sociales. Contribuye a dar mayor claridad y sentido de cohesión a los grupos en el dibujo de perspectivas para visualizar el mundo y sus posibilidades futuras. En el caso de la presente obra de Paulo Freire, quienes participan en movimientos alternativos en diversos ámbitos se ven ante el reto de replantearse sus perspectivas en la acción educativa, proyectos sociales y las ciencias sociales en general.
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El texto, aun cuando habla de un mundo compartido con los grupos sociales, lo muestra de una manera original, desde nuevas perspectivas que movilizan las energías internas de los colectivos y les hace replantearse asuntos vitales. Su lectura, más que una descripción objetiva acomodaticia, es una exploración, una aventura que puede llevar a los lectores a sitios insospechados. En Pedagogía del Oprimido, Freire emplea un lenguaje síntesis, novedoso, para replantearse la lucha por la denuncia y la construcción del mundo nuevo con la preeminencia de una visión humanística, solidaria.
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La realización literaria implica miradas y propuestas que hablan a la mente y corazón de diversos colectivos sociales, aun cuando unos se la apropien con mayor fuerza y compromiso. Es decir, tiene un sentido universal, de alguna forma pluricultural. Ello queda señalado en el contraste entre la diversidad de ediciones de la obra en múltiples lenguas, su apropiación explícita por diversos movimientos sociales en algunas partes del mundo, y los reducidos ensayos para encarnar en la praxis los planteamientos de Freire.
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La obra debe estar escrita de un modo que permita su recreación y resignificación. El lenguaje poético, metafórico, sintético de la obra de Freire permite diversas lecturas y abre la posibilidad de ofrecer nuevos significados dependiendo de la interacción con los lectores.
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Artículo
aparecido en
Revista
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Ediciones
del Decanato de Educación Avanzada Universidad Nacional Experimental
Simón Rodríguez
Nueva
Etapa. Año XVIII - N° 36-37
Enero-Diciembre
2015
Diversidad
y pluriculturalidad