Desde mis vivencias
interpersonales y mis leves aprendizajes, pienso que cada vez es más difícil ser
materialista hoy día. Y no hablo sólo del materialismo como lo asumimos en la vida
diaria, es decir, lo referido a las personas que aman ciertos objetos, las
comodidades y los placeres sensuales... Hablo del materialismo incluso como
visión científica y filosófica. La misma ciencia prácticamente ha disuelto la
materia (onda o partículas distantes, patrones energéticos, quantum de energía,
universo informado, cuerdas universales), y su representación filosófica nos sumerge
en un mundo de incertidumbre, de universos alternos, de sistemas holográficos, de órdenes caóticos, que
vienen a romper la visión del universo como algo repetitivo, lineal.
El universo, y
nosotros/nosotras con él, es un proceso evolutivo aún pleno de misterios, de
eventos insondables, de visiones inauditas, casi numinosas, que nos retan a
seguir descubriéndole desde la humildad y las aproximaciones sucesivas, científicas,
pero también poéticas, espirituales, siempre provisionales, óptimamente
incompletas.
Sin embargo, muchas
personas, incluyendo las de ciencia y filosofía, aún se comportan como si la
materia, la regularidad, la repetición incesante fuesen los patrones
dominantes. En mi historia personal he vivido y visto demasiados momentos de
difícil explicación, y que por ahorro reflexivo llamamos telepatía,
precognición, sincronicidad, videncia rimbaudiana, entre otras, que me llevan a
creer que el universo que tocamos y sentimos es sólo una pequeña burbuja en una
inmensidad mayor, ignota, incierta y seguramente maravillosa.
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