jueves, 10 de diciembre de 2015

Brevedades. Transformación curricular en la universidad venezolana. Un posible mapa de ruta

Pensamos que sólo una mirada crítica latinoamericana sustentará una posición transformadora de nuestra universidad. Y, únicamente desde allí, es posible asumir la mutación del currículum. 

Mirando desde el sur y desde la condición de coloniaje que hemos sufrido históricamente, reconoceremos y combatiremos todas las manifestaciones de injusticia, asimetrías, y generaremos pautas relacionales que apunten a un horizonte de emancipación, de solidaridad desde nuestras universidades.

Una visión latinoamericana crítica asume simultáneamente, desde la vivencia de nuestros pueblos, diversos retos: 1) Una sociedad capitalista en crisis que intensifica diariamente situaciones globales de injusticia, inequidad y asimetrías; 2) Una organización internacional del conocimiento, manejado desde las grandes potencias, caracterizado por la fragmentación, el individualismo y la competencia, y 3) una universidad plegada al capital internacional, productora de egoísmos en mutua competencia. Se logra mayor éxito en la medida que los estudiantes se desarraigan de sus contextos vitales y respiran una lógica de instrucciones y de obediencia irrestricta a la autoridad.

Un posible mapa de ruta, pensado desde el sur, a partir de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) coloca la educación como un derecho y un deber, apuntando hacia el desarrollo humano, a la democracia plena, a la valoración del trabajo liberador y a la transformación social. Y, desde la Ley Orgánica de Educación (LOE), propicia el desarrollo humano, la formación crítica, pero también la participación activa y protagónica. El horizonte de nuestras propuestas es la construcción colectiva de la democracia, del poder popular, organizándonos para generar un ambiente para la creación, difusión, socialización, producción, apropiación y conservación del conocimiento en la sociedad, así como el estímulo de la creación intelectual y cultural en todas sus formas.

En tal sentido, para asumir la transformación curricular plena, es necesario repensar la universidad y su rol histórico. Hemos de convertirla en un espacio privilegiado de reflexión crítica sobre la sociedad, así como en una fuente de generación de propuestas y proyectos alternativos, desde un diálogo creativo con la sociedad toda, nacional e internacional. Para ello tenemos que convertirla en una red de redes, capaz de fecundar todo el sistema educativo y articularse creativamente con las misiones, todas las misiones. Asumiremos que hay que llevar la inclusión más allá del logro de un cupo, y abrir todas las posibilidades de acreditación y reconocimiento de aprendizajes (así provengan estos tanto de la educación escolarizada, como de vivencias comunitarias o de trabajo institucional). Y abriremos -cada vez más- carreras, cursos, postgrados, talleres en espacios escolarizados y en el resto de la sociedad, con alta pertinencia social y grandes fortalezas académicas.

Nos conviene también abrir (hacia adentro y hacia fuera) múltiples espacios horizontales de reflexión y construcción de formas de contraloría social, que integren estudiantes, docentes, administrativos y obreros. Asumir la creación de colectivos de investigación (en el sentido pleno del término) que incluyan no sólo a quienes hacemos vida universitaria, sino también a organizaciones comunitarias y gremios

En resumen, sólo es concebible una auténtica mutación curricular a partir de la transformación universitaria socialmente comprometida. Ello pasa por reconocer y asumir nuevas concepciones y opciones curriculares. Necesitamos desmontar la visión dominante que atiende una mirada sesgada de lo social (capitalismo competitivo), de la ciencia (un método único para mirar e intervenir la realidad: el positivismo); que despliega una educación lineal, fragmentada, individualista, competitiva. Requerimos apuntar hacia un sistema de aprendizaje permanente (autopoiético), un espacio institucional capaz de reinventarse a si mismo permanentemente, para lo cual ha de flexibilizarse cada vez más. Nos urge crear modos de generar aprendizajes y conocimientos desde la vida y para la vida, desde el diálogo y la construcción colectiva, desde lo transdisciplinario y lo transmetodológico.


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