Pensamos que sólo una mirada crítica latinoamericana
sustentará una posición transformadora de nuestra universidad. Y, únicamente desde
allí, es posible asumir la mutación del currículum.
Mirando desde el sur y
desde la condición de coloniaje que hemos sufrido históricamente, reconoceremos
y combatiremos todas las manifestaciones de injusticia, asimetrías, y
generaremos pautas relacionales que apunten a un horizonte de emancipación, de
solidaridad desde nuestras universidades.
Una visión latinoamericana crítica asume
simultáneamente, desde la vivencia de nuestros pueblos, diversos retos: 1) Una
sociedad capitalista en crisis que intensifica diariamente situaciones globales
de injusticia, inequidad y asimetrías; 2) Una organización internacional del
conocimiento, manejado desde las grandes potencias, caracterizado por la
fragmentación, el individualismo y la competencia, y 3) una universidad plegada
al capital internacional, productora de egoísmos en mutua competencia. Se logra
mayor éxito en la medida que los estudiantes se desarraigan de sus contextos
vitales y respiran una lógica de instrucciones y de obediencia irrestricta a la
autoridad.
Un posible mapa de ruta, pensado desde el sur, a partir
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) coloca la
educación como un derecho y un deber, apuntando hacia el desarrollo humano, a
la democracia plena, a la valoración del trabajo liberador y a la
transformación social. Y, desde la Ley Orgánica de Educación (LOE), propicia el
desarrollo humano, la formación crítica, pero también la participación activa y
protagónica. El horizonte de nuestras propuestas es la construcción colectiva
de la democracia, del poder popular, organizándonos para generar un ambiente
para la creación, difusión, socialización, producción, apropiación y
conservación del conocimiento en la sociedad, así como el estímulo de la
creación intelectual y cultural en todas sus formas.
En tal sentido, para asumir la transformación curricular plena, es necesario repensar la
universidad y su rol histórico. Hemos de convertirla en un espacio privilegiado
de reflexión crítica sobre la sociedad, así como en una fuente de generación de
propuestas y proyectos alternativos, desde un diálogo creativo con la sociedad
toda, nacional e internacional. Para ello tenemos que convertirla en una red de
redes, capaz de fecundar todo el sistema educativo y articularse creativamente con
las misiones, todas las misiones. Asumiremos que hay que llevar la inclusión
más allá del logro de un cupo, y abrir todas las posibilidades de acreditación
y reconocimiento de aprendizajes (así provengan estos tanto de la educación
escolarizada, como de vivencias comunitarias o de trabajo institucional). Y
abriremos -cada vez más- carreras, cursos, postgrados, talleres en espacios
escolarizados y en el resto de la sociedad, con alta pertinencia social y
grandes fortalezas académicas.
Nos conviene también abrir (hacia adentro y hacia
fuera) múltiples espacios horizontales de reflexión y construcción de formas de
contraloría social, que integren estudiantes, docentes, administrativos y
obreros. Asumir la creación de colectivos de investigación (en el sentido pleno
del término) que incluyan no sólo a quienes hacemos vida universitaria, sino
también a organizaciones comunitarias y gremios
En resumen, sólo es concebible una auténtica
mutación curricular a partir de la transformación universitaria socialmente
comprometida. Ello pasa por reconocer y asumir nuevas concepciones y opciones
curriculares. Necesitamos desmontar la visión dominante que atiende una mirada
sesgada de lo social (capitalismo competitivo), de la ciencia (un método único
para mirar e intervenir la realidad: el positivismo); que despliega una
educación lineal, fragmentada, individualista, competitiva. Requerimos apuntar
hacia un sistema de aprendizaje permanente (autopoiético), un espacio
institucional capaz de reinventarse a si mismo permanentemente, para lo cual ha
de flexibilizarse cada vez más. Nos urge crear modos de generar aprendizajes y
conocimientos desde la vida y para la vida, desde el diálogo y la construcción
colectiva, desde lo transdisciplinario y lo transmetodológico.
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