lunes, 7 de diciembre de 2015

A LAS SOMBRAS (Relato breve)

Al pensar ya estaba en el trecho oscuro y solitario de esa calle y el miedo empezó a alborotarse. Más adelante estaba la farmacia y era urgente que ella la alcanzara. Apretó la cartera y el bolso de las medicinas contra su pecho y apresuró el paso. Creyó ver que -más adelante- algo se movía tras unas sombras leves. Ella se dijo que no podía andar alimentando el miedo que ya sufría. Sólo unos cincuenta metros y ya alcanzaría el cruce con la avenida, con mayor tránsito y luces. De nuevo la sensación de movimiento y esta vez no había dudas. Una persona, a un lado de la calle, atravesaba ramas de oscuridad. Parece un indigente, se dijo. Él caminaba por la orilla derecha, en progresión lenta. Ahora el temor de ella era más concreto, menos ficticio. Apuró más el paso, casi corriendo, mirando o creyendo ver al hombre que caminaba en paralelo. La imaginación conspiraba en contra, al representarse al hombre viniendo a lastimarla o algo peor. La respiración se le desbordaba, y más ahora que el indigente había desaparecido. Miraba a los lados, detrás, esperando que las terroríficas manos la sujetaran. Pero ya estaba a unos pasos del cruce con la avenida y pronto estaría al frente de la farmacia. El hombre de la oscuridad debió haber quedado atrás… Entonces fue cuando ocurrió... 

Unos pasos detrás, un celaje joven con un suéter gris con capucha y unos brazos fuertes tratando de arrebatarle la cartera. Allí olvidó la premisa de dejar que le robaran para proteger la vida, pues sólo pensaba en los récipes médicos que –de perderlos- retrasarían la obtención de las urgentes medicinas. El muchacho tenía algo metálico, afilado, en una mano, pero no lo usaba porque empleaba las dos para jalar el bolso. Ella puso la vida en retener aquéllos papeles que representaban vida. De pronto, una sombra salió de la nada y golpeó con algo al joven ratero, que se volvió sorprendido. Otro golpe le anunció que no se bromeaba. Algunas personas de la avenida se acercaron ante los gritos de ella. El ladrón volvió sobre sus pasos y se perdió raudo entre las sombras. Ella se volvió a ver, casi a imaginar, la espalda del indigente que sin mirarla se alejaba con pensada lentitud.  

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